La vida es una oportunidad

La historia del empresario santandereano Mario Hernández Zambrano y de la marca a la que le dio vida en 1978, ha sido una lección de resiliencia. ¿Cuál es su secreto para seguir adelante a pesar de los obstáculos? Descubre cómo ambos creador y creación le han hecho frente a los momentos de aprendizaje.

“Todo es un proceso que uno tiene que aprender” es una de esas frases que se le escuchan con frecuencia al empresario santandereano Mario Hernández Zambrano, fundador de MARIO HERNÁNDEZ, y su vida es una muestra de ello.

Ha tenido que empezar de cero muchas veces, pero en lugar de sentirse frustrado y derrotado, siempre ha tenido en su mente una sola idea: insistir, insistir, insistir.

“Nunca sabrás qué tan fuerte eres hasta que ser fuerte es la única opción”, es otra de sus memorables citas y sí que sabe de fortaleza: nació el 31 de octubre de 1941 en Capitanejo, Santander. Mayor de cuatro hermanos, creció en el seno de una familia tradicional que se vio forzada a dejar su tierra y a desplazarse a Bogotá debido a la violencia que sufría tanto la región como el país por esos días. Tenía 7 años.

A los 10 perdió a su padre, así que tuvo que ayudar a su madre con los gastos del hogar. “¿Qué pasó al faltarme papá? Me obligó a salir adelante, me obligó a pensar, me obligó a reestructurarme; me obligó al reto de la vida”, afirmó el empresario en sus redes sociales.

Cuatro años más tarde consiguió su primer trabajo como mensajero de una empresa textil y luego ascendió al cargo de vendedor. Paralelamente, se propuso buscar diferentes fuentes de ingresos para mantener a su familia, que iban desde apoyar a su mamá con la venta de tamales los fines de semana, hasta vender sombrillas en temporada de lluvias.

Al cumplir 19 años se dedicó a arreglar las vitrinas de algunos almacenes del centro de la capital y aunque siempre encontraba la manera de llevar dinero a su casa, a los 21 dejó de querer trabajar para otros. Entonces, decidió montar un lugar en el que las personas pudieran comprar productos alimentarios de alta calidad como quesos y jamones, o tomarse un buen café, y fue así como abrió “La tienda de la esquina”. Después, inauguró una oficina de finca raíz.

Hasta que a su vida llegó el cuero: decidió asociarse con su hermano Álvaro y comprar un almacén llamado “Govis”, que pagaron con las ganancias que este les dejó; posteriormente, cambiaron el nombre a Cuerolandia. Dos años más tarde, ya tenían ocho almacenes en diferentes puntos de la ciudad.

Pero no se quedó ahí. Mario Hernández se dio cuenta que necesitaba crear sus propios productos pues no encontraba en el mercado nada de la calidad que soñaba. Fue así que compró la compañía Marroquinera D.C y trasladó sus instalaciones de Cali a Bogotá. Un día de julio de 1978 la compañía fue registrada Marroquinera S.A.

Años más tarde, en 1992, tomó una de las mejores decisiones de su vida: puso una tienda en Nueva York pensando que tenía el mejor producto y fracasó. “Yo creí que Colombia era, la ignorancia, el país más verraco del mundo. Llevé matas de café, todo era color café y negro, yo no sabía que había estaciones, me cogió la época de la bolsa; sin embargo, estuve como cuatro años. Perdí plata, pero fue la mejor inversión. Ese fue mi MBA”, le contó el empresario a la revista Bocas de El Tiempo.

Una de las razones de esta derrota a la que Mario Hernández prefiere referirse como enseñanza, era el nombre; en ese mercado Marroquinera era impronunciable. “Un amigo me recomendó una firma de España, llegué a Madrid y Carlos Carrión, un hombre grandote, que fue vicepresidente de mercadeo de Telefónica, me dio una clase de mercadeo por todo Madrid, qué es una marca, cómo se maneja y me dijo: ‘Usted maneja una marca de lujo y eso lleva el nombre del fundador’. Llegué a Colombia, dije bajen los avisos de Marroquinera y Cuerolandia y pongamos MARIO HERNÁNDEZ. Eso fue en 1995. Nadie me quería volver a comprar”, aseguró en la misma publicación.

Pero no fue por mucho tiempo. Actualmente, MARIO HERNÁNDEZ no solo cuenta con 44 tiendas repartidas a lo largo y ancho del país, también tiene presencia en Panamá, Venezuela, Costa Rica y Aruba. “¿Qué soy hoy día? Un resultado de mi pasado, de todo lo que he hecho, de lo que he venido superando, de cómo he venido subiendo la escalera de la vida, escalón por escalón, todo eso han sido enseñanzas. Llegar a viejo con satisfacción propia, eso no tiene precio”.

Hoy el mayor lujo de la marca es tener 42 años de experiencia, de aprendizajes y de enseñanzas que no terminan. El lujo colombiano es seguir insistiendo…

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