Esta colección de bolsos y billeteras para mujer, inspirada en las icónicas mariposas de la marca y en la geometría de las baldosas colombianas, es una expresión de la particular mezcla de culturas que ha enriquecido nuestro territorio.
Los relatos mágicos y el mestizaje son dos atributos que nos diferencian como país, pero también son los pilares de la refrescante etapa que enfrenta MARIO HERNÁNDEZ en el arranque del nuevo decenio, cuya gran apuesta es la expresión del lujo colombiano.
Ese lujo proviene de la tierra que pisamos y de la riqueza que esta nos ofrece, de nuestro pasado, de la historia que nos hizo el pueblo que somos hoy. Esto es justamente lo que muestra AZULEJO, la línea que evidencia lo que nos hace únicos.
Inspirada en la geometría de las baldosas colombianas, los bolsos para mujer de esta colección llevan un patrón de mariposas que hace homenaje a los azulejos de las casas y fincas de antaño con sus eclécticas combinaciones de formas y colores, las cuales son resultado de una particular mezcla de culturas y movimientos artísticos.
Este diseño repetitivo inédito de MARIO HERNÁNDEZ enriquece la parte frontal de carteras y billeteras elaboradas en cuero vacuno de apariencia lisa y de formas simples pero contemporáneas que muestran, además, hermosos contrastes de color.
Los azulejos de mariposas son bordados sobre un pedazo de textil que luego es aplicado a la piel para crear este efecto óptico en el que se fusiona tradición y modernidad, y que hace énfasis en uno de los elementos icónicos de la marca: las mariposas.
El origen de las baldosas colombianas
Según el estudio Magia de formas y colores: las baldosas de Barranquilla, los pisos hidráulicos del barrio El Prado, de la diseñadora gráfica Beatriz Jiménez y la arquitecta Rossana Llanos —publicado en 2015 en la revista Memorias—, las baldosas de cemento y los mosaicos llegaron a Colombia en la época de la República y se convirtieron en un novedoso material para la arquitectura, el cual aportó un cambio significativo en el manejo de los interiores, dotando a los espacios de beneficios estéticos, bioclimáticos e higiénicos.
Estos elementos ornamentales fueron muy bien recibidos en ciudades del Caribe colombiano, especialmente en Barranquilla, una población que en este período —de acuerdo con la publicación—, acogió diferentes migraciones que trajeron consigo diversas costumbres y tradiciones, muchas de ellas reflejadas en la arquitectura y, específicamente, en las baldosas y azulejos.
Esta amalgama única de culturas hizo que los pisos hidráulicos estuvieran influenciados por diferentes tendencias y estilos artísticos que llegaron a esta y otras ciudades de Colombia, como el art nouveau, el art déco, el arte románico-bizantino, el arte renacentista, el arte griego y el arte islámico, encontrando —dicen las autoras—, posibilidades de mezclas entre lo fitomorfo y lo geométrico, y dando como resultado un estilo Ecléctico.
En cuanto al color, el texto explica que a diferencia de otros lugares en el mundo donde también se utilizaron, las baldosas de las ciudades caribeñas, y en general de las colombianas, acogieron una paleta muy luminosa y contrastante de hasta cinco colores por cada diseño y mínimo dos en el caso de los más sobrios, predominando la aplicación de cuatro tonos distintos.
La riqueza de motivos y colores de las baldosas colombianas es un legado único de aquella época, que aún puede verse en algunos sitios de nuestro país, como el citado barrio El Prad, en Barranquilla, y que es solo una muestra de la abundancia cultural que nos dejó el mestizaje, uno de los grandes lujos que tenemos como nación.