Entrevista con La Rubia Inmoral a propósito de Corazón de Fuego, la colección cocreada con MARIO HERNÁNDEZ

La escritora y creadora de contenido digital habló acerca de lo que representó la colaboración para ella y lo que significa en su vida cada una de las frases que aparecen en la propuesta.

La colección entre La Rubia Inmoral y MARIO HERNÁNDEZ es un momento muy importante para la marca. No solo es la primera colaboración oficial que la firma realiza con una figura pública; además, demuestra su capacidad para arriesgarse, innovar y salirse de la zona de confort. Hablamos con Ana María Cardona Gómez, la creadora de este personaje que hoy día tiene más de 221 mil seguidores en Instagram, acerca de Corazón de Fuego, nombre de la colección cocreada con MARIO HERNÁNDEZ. Esto fue lo que nos contó.

MARIO HERNÁNDEZ: ¿Qué fue lo que te llamó la atención de la colaboración? ¿Qué te hizo decir “esto pinta bien”?

LA RUBIA INMORAL: Puse un video en Instagram de un bolso que me habían regalado mis papás en una Navidad y MARIO HERNÁNDEZ me invitó a la fábrica. La verdad, no me imaginaba las cosas así. Fue un mundo totalmente diferente. Tuve la oportunidad de ver qué era lo que pasaba en una de las empresas más grandes del país, porque uno es muy bueno para criticar y para tener una percepción de las cosas, mientras está sentado en una silla, viendo solamente, y ni investiga ni se mete ni nada.

Tengo que decir que hubo un puntazo y fue que Lorenzo me dio todo el recorrido, y él es el ser más maravilloso del planeta. Empezamos a ser amigos y desde ahí me di cuenta de que la marca tiene a la mano una persona que la va a sacar de las casillas, que está tatuada —al igual que yo—, que también es un rebelde en su forma de ser y de vivir, y que tiene unos valores muy parecidos a los míos. Ahí dije: esto puede funcionar bastante bien. Y puede funcionar siempre y cuando nos dejen plasmar eso: la rebeldía. Hacer una cosa totalmente diferente, salida de las cajas. Lorenzo se echó eso a la espalda. Creo que en un mercado como el colombiano no se ha visto una colaboración con alguien a la que dejaran salirse tanto del molde, que se explotaran tanto la cabeza y que de verdad copiaran la esencia de una persona como lo que está pasando con esto. Fue una traducción literal.

MARIO HERNÁNDEZ: La colección tiene un nombre que habla mucho de quién eres, Corazón de Fuego. ¿Qué hace arder tu corazón?

L.R.I.: La gente. Interactuar con ella —con todo el mundo—, es de las cosas más lindas que hay; incluso con una persona desconocida con la que voy a intercambiar dos palabras. E intento hacerlo de la forma más suave posible, porque a todos nos están pasando muchísimas cosas todo el tiempo.

Que la gente exista, me parece muy lindo. También los animales, por supuesto… los amo. Mi perro es todo en mi vida; lo rescaté y espero rescatar a mil más. Creo que dejé de ser una persona tan “fuerte”, con muchas paredes puestas con las que pensaba que el mundo externo no me tocaba y que podía ser todo lo ruda que quisiera —como un capítulo de Gossip Girl—, e irme ablandando. Y eso ha sido la cosa más linda que me ha pasado en la vida, porque todo me inspira, amo todo. Me di cuenta de que todo se encuentra vivo, que esto que estoy haciendo está voladísimo (Lorenzo y Mario me van a matar).

Soy muy sensible y nunca había logrado poder vivir con eso. Y cuando conseguí no irme para el otro lado, es decir, ser la ruda y armar esa personalidad que no me servía para nada, todo empezó a cambiar y le di sentido a un montón de cosas.

Todo me hace arder el corazón. En especial, trabajar, porque amo lo que hago, porque inspiro a un montón de gente y porque cada vez que me llega un mensaje de alguien diciendo: “hoy me salvaste el día”, “hoy me salvaste la vida”, es increíble. Quería una persona así cuando estuve en mis momentos de crisis. Los seres humanos venimos para salvarnos unos a otros. Estoy completamente convencida de eso. A otras personas, a los animalitos. Esa es la dinámica de estar acá. Se nos olvida a ratos con todo lo que pasa en el mundo, pero eso es a lo que venimos. No tenemos otra cosa que hacer.

MARIO HERNÁNDEZ: ¿Cómo fue tu primer encuentro con el fundador de la marca, siendo ustedes dos personas tan diferentes y a la vez tan únicas?

L.R.I.: Me invitó a comer frijoles. Cuando lo conocí, sentí que era igualito a mi papá. Era tenerlo en frente. No es una figura que a mí me suene rara.

Hicimos un video y dijo algo muy chévere: “aquí vinimos a construir entre todos”. Creo que la gente mayor tiene ese sentido más que nosotros: “Tú te sientas con el que te tengas que sentar y trabajas con el que tengas que trabajar”. Los jóvenes nos seguimos agarrando entre nosotros.

Puedo reconocer, a partir de ese encuentro, que todos los seres humanos somos un cúmulo de cosas y que también tenemos contextos e historias que nos hacen ser lo que somos, y uno puede percibir eso y entender eso, aunque esté en una posición completamente diferente o de ser un ser humano totalmente distinto. No tenemos que coincidir y es perfecto. Mi papá siempre me dijo que mientras no le estuviera haciendo daño a nadie podía ser lo que se me diera la gana y a aquí estoy.

MARIO HERNÁNDEZ: El fundador de la marca se ha vuelto un referente en redes sociales y muchas veces ha recibido críticas por lo que dice o lo que piensa, ¿te sientes identificada con esa situación?

L.R.I: Sí. Este hombre también ha sido un rebelde y un desobediente, y ha hecho las cosas a su manera. Se le aplaude.

Me parece impresionante que existamos seres humanos que nos atrevamos a hacer eso y no lo que todo el mundo dijo, porque en ese caso probablemente no hubiera llegado hasta acá. Sería una cosa totalmente diferente. Creo que los puntos que nos juntan con cualquier otro ser humano son muchos más de los que pensamos, incluso si lo vemos como un opuesto.

MARIO HERNÁNDEZ: La frase más importante de la colección es “Con mariposas en el estómago y fuego en el corazón. ¿Qué llena de mariposas el estómago de la Rubia Inmoral?

L.R.I: Tirarme a hacer cosas nuevas. Eso me gusta mucho. Siempre estoy probando algo; todos los días realizo una cosa diferente. No me importa si voy a fracasar o no, si lo voy a hacer bien o no.

Creo que nos han privado de un montón de cosas que en realidad disfrutamos y que nos hacen mucho sentido, por decirnos que teníamos que ser lo suficientemente buenos para hacer o ser algo. Y ser suficientemente bueno puede significar muchas cosas.

Por ejemplo, últimamente estoy pintando. ¿Pinto bien? Dependerá obviamente de lo que mucha gente opine que es pintar bien o mal. ¿Quiero ganarme una medalla por pintar bien? No. ¿Quiero publicar alguna vez algo que pinto? Posiblemente tampoco. Es sencillamente una herramienta que me ayuda a procesar el estrés de una forma maravillosa y a volverme a sentar con mi creatividad.

Entonces, probar cosas nuevas no es “voy a ir a Turquía mañana”. Son cosas pequeñas que me hacen disfrutar la vida y que me permiten decir: “qué chévere estar acá experimentando esto”, que es aprender una cosa nueva. Y he aprendido a hacer un montón de cosas. ¿Las hago bien o mal? No sé. No todo tiene que ir a algún lado. Por eso la gente no hace tantas cosas: “es que si no soy la mejor”, “es que si no tengo tantas capacidades”… Se trata de disfrutar.

MARIO HERNÁNDEZ: Otra de las frases es “Que pase lo imposible”. ¿Cómo has hecho que cosas que al comienzo parecían imposibles finalmente sean posibles en tu vida?

L.R.I: Tirándome al agua sin pensarlo. Cuando uno se atreve a algo, pasa. Puede que no sea exactamente como uno quiere, porque los seres humanos creemos que tenemos que tener el control sobre todo, todo el tiempo, y que las cosas tienen que suceder como las planeamos exactamente o si no, no sirven. Y a veces no tanto. A veces hay una forma más rápida de llegar, a veces teníamos que aprender algo antes, a veces no era el momento.

Yo me tiro, independientemente de cuál sea el resultado. Además, soy una persona que siempre se está moviendo y el movimiento es superimportante para alcanzar cualquier cosa que queramos.

Por ejemplo, si quieres aprender a tejer, tendrás que abrir al menos un video en YouTube para aprender a hacerlo, y ese es el pedazo que la gente no quiere: la gente no quiere vivir el proceso y a mí no me importa… amo vivir el proceso.

Celebro cada cosa chiquita que pasa, cada logro pequeño que tengo y eso me hace más confiada para que los grandes también lleguen.

He aprendido a moldearme mucho a las circunstancias. “¿Me tiré y no salido tal cual como me esperaba?”, no importa. Hay que buscarle el lado para que igual represente algún resultado, y me he dado cuenta de que los seres humanos somos superadaptativos y que cuando logramos no rechazar lo que está pasando, sino entender por dónde manejarlo, logramos sacar de absolutamente todo, algo. En mi caso, tengo un ángel muy grande, porque a mí se me ocurre algo en la cabeza y esa vaina sucede. Pasa.

MARIO HERNÁNDEZ: Hay una frase que es muy tuya y aunque pueda sonar un poco fuerte es bastante poderosa, la Puta Ama. ¿Cómo llegaste a ser la Puta Ama de tu vida?

L.R.I: Desobedeciendo. Todo lo que he conseguido en mi vida es gracias a eso. A mí me dicen que no y más rápido me meto.

Mi mamá me cuenta: “a mí no me sorprende nada de lo que te pasa en este momento, porque tú eras así desde chiquita. Esto es lo que siempre hemos estado acostumbrados a ver”.

A mí desobedecer me ayudó a formar, incluso, mi propia personalidad. Y es que nosotros no sabemos quién queremos ser y cuando nos damos el permiso de serlo amorosamente y de decir: “esto es lo que quiero”, así a la otra persona le parezca horrible, no lo es tanto. Porque nada tiene tanto sentido como parece ni tampoco tanta carga. Y menos es el fin del mundo. Con el tiempo uno se va dando cuenta de que quienes cargamos de mucha emotividad ciertas cosas que creemos estáticas, somos nosotros. Nadie nos está diciendo lo contrario. A la gente le podrá molestar lo que hagas, pero tampoco se va a ir de tu lado; en realidad, no pasa nada lo suficientemente grave como para que nosotros no aprendamos a escucharnos.

MARIO HERNÁNDEZ: ¿Qué obstáculos tuviste que sortear para lograrlo?

L.R.I: Mi salud mental. Creo que nadie pensó que la iba a lograr, incluyéndome.

Hubo un punto en el que mi trastorno me tragó muy fuerte. Y la última vez que estuve hospitalizada, que me encontró mi mejor amiga en la casa, ya era muy tarde. Cuando me llevaron al hospital no había nada que hacer.

Me conectaron a un montón de vainas, porque me podía fallar el corazón, los riñones o los músculos y no volver a caminar o a moverme. Cuando llegaron mis papás, estaba medio vegetal esperando que algo pasara. Los médicos dijeron “ni idea; acá la tenemos monitoreada para ver qué”. Y me desperté y no me ocurrió nada. Y cuando eso pasó, ya había empezado a creer y me dije: “hay algo o alguien que me tiene amarrada a esta existencia por una razón. Algo voy a tener que ser porque he intentado matarme de todas las formas posibles y no he podido. Ya estoy cansada”. Cualquier persona que despierte después de un intento de suicidio fallido sabe que es horrible.

Ese camino, sin embargo, no fue más fácil. No fue nada fácil decir: “me voy a quedar viva a ver qué”, pero aprendí un montón acerca de mi cabeza y es una de las cosas que más me maravilla de la vida, porque le tenía mucho miedo y me di cuenta de que tenía una cabeza impresionante; lo que pasa es que está superdesconectada con lo que la gente espera de una cabeza funcional al sistema capitalista. Además, muchas emociones no las transito como toda la gente en ciertos periodos de mi vida.

Pero una vez logré conectarme con eso y decir: “me voy a quedar acá”, me puse a buscar todas las maneras posibles de hacerlo de una forma que a mí me generara paz y que no me llevara a estar discapacitada a los 80 años en la casa de mis papás.

Hace poco me estaba leyendo un libro y ponían el ejemplo de una persona en silla de ruedas: no es que las personas en silla de ruedas no puedan vivir una vida normal; es que si no les ponemos las rampas para que suban, les vamos a tropezar el camino. Y lo mismo pasa con las personas que tenemos cualquier tipo de trastorno mental. Cuando uno lo entiende y da con un buen psiquiatra —al menos uno que lo quiera acompañar a uno—, no tiene nada que perder. Encontré una forma de llevar mi vida y de vivir. De poder ser funcional con la cabeza que tengo, que es maravillosa.

MARIO HERNÁNDEZ: “La desobediencia nos hace volar con alas propias” también es una frase de la colaboración. ¿Qué significa la desobediencia para ti? ¿Cómo se ha expresado en tu vida?

L.R.I: Para mí la desobediencia es algo muy diferente en las mujeres, pues históricamente hemos tenido un papel distinto en la sociedad, sin importar cuál sea. La desobediencia y la rebeldía es creer en nosotras y en nuestros sueños, y ser capaces de ir por ellos.

A mí hay algo en el tema de la manifestación que me encanta. Y es que para mí manifestar se ha convertido en una herramienta brutal para las mujeres, porque nos lleva a pensar: ¿qué es lo que sueñas?

Llegué a los 22 o 23 años sin saber qué era lo que realmente quería. Yo. No lo que mis papás querían, no lo que mis amigas me habían dicho en qué era buena o mala, no lo que la sociedad me había sugerido que tenía que ser y cómo me tenía que comportar. Así que la rebeldía y la desobediencia es escuchar nuestra voz interior y decirnos: “quiero esto y voy a ir por esto. ¿Me va a tocar quebrar un par de platos en el camino? Seguramente. ¿Me va a tocar decepcionar a un montón de personas? Posiblemente. ¿Me va a tocar cambiar? También. Me va a tocar levantarme todos los días a ponerme ese extra shot de autoestima que nada más me lo va a dar, sí. Pero así va a tocar”. Eso es lo que quiero: me visto como me da la gana, hablo de lo que se me da la gana, leo lo que se me da la gana.

MARIO HERNÁNDEZ: ¿Por qué ser desobedientes nos hace abrir las alas?

L.R.I.: Encontrar el camino es, posiblemente, de las mejores cosas que le pueden pasar a uno en la vida y no porque ese camino no vaya a cambiar.

Hablando desde el presente, sentir que esto es realmente lo que quieres hacer y que así sí es como quieres vivir, incluso que así sí es como quieres amar y configurar tus relaciones, cómo quieres plantarte ante el mundo, te hace tan libre. Ojalá todo el mundo pudiera levantarse y hacerlo. Porque eso a mí se me demoró en llegarme.

Un día me levanté y me dije: “no importa lo que pase hoy, los retos que tenga para este día, los inconvenientes; sé que estoy en el camino que es porque quiero estar acá”.

Creo que desobedecer nos ayuda a eso: a encontrar dónde queremos ubicarnos en este mundo. Y para todos no va a significar lo mismo; no tiene que ser igual. Es algo completamente personal.

Cuando nos empezamos a cuestionar y a preguntar un poquito las cosas, por ahí va la desobediencia. Y también la encuentras en la curiosidad. Cuando uno es curioso y aprende nuevas cosas, uno se cuestiona: “esto que pensaba, ¿es cierto?”. Y la curiosidad y aprender también nos llevan a nuevas formas de gestionar cosas, lo que sea, la vida, y a no tragar entero. Y esa es la cosa más importante que te puede pasar. Y desobedecer es eso: buscar donde no se nos ha perdido. Porque vivir bajo un modelo de “esto es”, puede que haga que en el fondo no estés tan feliz.

MARIO HERNÁNDEZ: ¿Qué hace volar con alas propias a LA RUBIA INMORAL?

L.R.I.: Hace seis años hubiera respondido esta pregunta de manera muy diferente. Les diría que nada. En este momento me voy por otro lado.

Digamos que me armé mi espiritualidad en la cabeza y la vida me parece algo hermoso, con todo lo que trae, porque a veces me da mal genio, porque a veces no me salen las cosas (es más, no me salen muchas cosas). Y poder disfrutar estar presente y esta existencia y esta realidad, me parece maravilloso y me hace dar ganas de todo, porque sé que esto no va a volver a pasar. Muchas personas me han dicho: “debe ser una mamera salir contigo, porque estás muy pegada al celular”. Y respondo: “ni loca”. Cuando salgo con alguien, mi familia, mis amigos, mi novio, adiós celular. Amo interactuar con la gente y sé que esto no lo voy a volver a vivir nunca. Eso me hace valorar mucho todo. Antes no.

MARIO HERNÁNDEZ: En la colaboración también aparece la frase “volando juntas”, ¿qué significa para ti?         

L.R.I: No le tenemos que caer bien a todo el mundo. La gente no tiene que compartir nuestra visión de la vida. Pero sí hay una gran diferencia entre mujeres y hombres cuando nos tiramos los unos a los otros, así no nos la creamos, y es que sí respetamos a las otras personas y a las otras mujeres.

Yo puedo estar en desacuerdo contigo, pero no te voy a hacer daño, al menos daño físico. Podré hablar mal de ti, pero son condiciones del ser humano. He aprendido eso: que independientemente de que tengamos que deconstruir muchas cosas y de que tengamos muchos machismos interiorizados, y de que posiblemente ni esta vida ni la otra nos alcance para cuestionarnos todo lo que nos tenemos que cuestionar, nosotras sí nos ponemos en un lugar muchísimo más seguro que esta idea que han formado del mundo los hombres. La cosa va más por ahí, más que el “tenemos que aplaudirles todo a todas”, porque de golpe no. De golpe tenemos que analizar las relaciones interpersonales desde otro lado: el lado del conflicto, y es que el conflicto no siempre significa algo malo mientras no crees un “enemigo”, porque cuando lo haces, deshumanizas, al enemigo y al resto. En cambio, desde el conflicto puedes o mejorar tu discurso o plantarte más en él o transformarlo, y está bien.

MARIO HERNÁNDEZ: ¿Qué acontecimientos del día a día, esas pequeñas cosas que ocurren en tu rutina diaria, te hacen amar la vida?

L.R.I: Me despierto en las mañanas a agradecer. Es lo primero que hago todos los días, así como ponerle intención y buena energía a un vaso de agua. Creo firmemente que ese vaso de agua me inunda de lo que estoy diciendo: “soy amor”, “soy paz”, “tengo buenas ideas”, “soy suficiente”… Lo que sea que se me ocurra.

Soy una persona de muchísimas rutinas. Todos los días me despierto a hacer lo mismo, aunque sea en diferente formato, porque a veces no lo quiero igual.

Si no deseo escribir, escucho un pódcast acerca de agradecimiento. Empiezo con eso y luego medito, ya sea por la mañana o por la noche.

Antes no había entendido el poder de las rutinas hasta que empecé a hacerlas, porque a mí me configuran la cabeza y me brindan una estabilidad impresionante. También me dan la esperanza de que no importa cómo empiece el día, puede ser diferente, y que independientemente de cómo me pasó la vida, también puede ser distinta. En ese camino también he aprendido a tratarme muchísimo mejor. Y es que lo hacía horrible. Ahora, no hay chance de que lo haga, soy un ser increíble. Como todos. Lo que pasa es que a veces nos dicen que esa validación tiene que llegar de afuera, de otros, y no de nosotros.

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